Lejos del kitsch y de los tópicos volvemos a descubrir la Ruta66. Encontramos músicos, películas de Hollywood, indios y bandidos, triunfos y tragedias. Hay mucho más que la nostalgia de los años 50.



miércoles, 24 de marzo de 2010

El Hongo de Alamogordo

Una poderosa bola de fuego se levantó por encima del desierto y formó un hongo nuclear de estética perfecta. Hasta el 16 de Julio del 1945 ningún habitante del planeta tierra jamás había observado semejante fenómeno. Ese memorable día cambió el rumbo de la historia de la humanidad. La administración militar permite la visita al terreno donde hicieron la primera prueba de una bomba atómica, escondido en las profundidades del desierto de Nuevo México solo en dos días al año. La próxima vez será el 3 de Abril.
Hay que desviarse unos 250km de la Ruta66 en dirección sur para conocer este lugar extraño cerca de la ciudad de Alamogordo. Las temperaturas en la llanura que los colonizadores españoles llamaron “La Jornada del Muerto” no suelen permitir que surge piel de gallina. Pero una visita garantiza sensaciones extrañas.

En medio de la Segunda Guerra Mundial, el gobierno Americano, angustiado por rumores de armas milagrosas alemanas, movilizó una maquinaria gigante para el desarrollo de la bomba nuclear. 130.000 personas estaban directamente o indirectamente involucradas. En Los Alamos, 400km más al norte, construyeron toda una ciudad investigadora de la nada. Los 6.000 habitantes compartieron una sola dirección postal: el apartado de correos 1663 en Santa Fe. Pero todas las medidas de seguridad no podían impedir la intrusión de espías. El físico alemán Klaus Fuchs, empleado del proyecto “Manhattan”, transmitió información detallada a la Unión Soviética. Pocos años después fue desenmascarado y pasó nueve años en la cárcel. Luego volvió a la Alemania socialista donde ocupó altos cargos políticos. Los servicios secretos americanos descubrieron tres espías más, dos de ellos fueron ejecutados bajo la ley de guerra.

No obstante, los Estados Unidos cumplieron con su objetivo: Probaron y aplicaron la nueva arma. 260 soldados del ejército estaban presentes, en solo nueve kilómetros de distancia, cuando se produjo la primera explosión nuclear. Más tarde, muchos de ellos se murieron de cáncer … Se podía ver y sentir la explosión hasta Albuquerque, a más de 200 kilómetros de distancia. Pero el gobierno ya llevaba preparada la noticia que se había estallado un almacén de munición. Hasta la primera aplicación de la nueva arma en Hiroshima, solo tres semanas más tarde, querían mantener su invento en secreto. Se calculó más de 100.000 muertos en la ciudad japonesa. Hasta hoy día, los Estados Unidos justifican la aplicación de la bomba nuclear contra la población civil con argumentos estratégicos.

En la zona restringida en medio del desierto solo se puede ver un obelisco de 3 metros 60 de altura. A pesar de los 65 años que han pasado, la radiación radioactiva todavía está 10 veces más alta que en un entorno normal. Los médicos consideran una visita de un par de horas inocua. Toda la zona queda restringida para civiles, ya que se encuentra en medio de la “White Sands Missile Range”, la instalación militar más grande de Estados Unidos.
Por desgrácia no podemos aprovechar de la ocasión. El próximo viaje por la Ruta66 empieza el 15 de Mayo. Para más información vea la web www.rumbo66.es.

jueves, 18 de marzo de 2010

Armadillo Roadkill

Por las carreteras de la America rural se encuentra cantidad de cadáveres de animales. A parte de gatos y perros se identifica especies más exóticas como puercos espín o serpientes de cascabel. Habiendo viajado unas cuantas millas por Missouri, Oklahoma o Texas uno se acostumbra a la vista de armadillos atropellados. Ningún científico ha intentado a registrar estadísticamente esa masacre. En todo caso, el armadillo parece ser la victima número uno del tráfico americano aunque una de las razones por la cantidad de cadáveres visibles es que pocos animales pueden aprovechar de la carroña tan bien protegida.

Esas criaturas prehistóricas pueblan prácticamente todo el continente americano, desde Argentina hasta los Estados Unidos. Ante la cantidad de victimas en las carreteras uno puede temer su extinción, pero en realidad es justo lo contrario. El armadillo no inmigro hasta finales del siglo 19 desde Méjico y se sigue extendiendo. Hoy día ya vive en todo el suroeste y ha llegado hasta las puertas de Nueva York.

Muy pocos enemigos naturales tiene la fuerza para reventar su armadura y los humanos se lo comen solo en momentos de miseria extrema. Como durante la Gran Depresión: en los años 30 lo llamaban “Hoover hog” – el cerdo del presidente Herbert Hoover. En cambio, en grandes partes de la America Latina está apreciado como carne de la comida familiar.

A pesar de su aparente omnipresencia, hay que tener suerte para ver un ejemplar vivo. Durante el día se esconden en sus guaridas. Salen por la noche en búsqueda de insectos o ratones. Con su sensible olfato encuentran sus presas bajo tierra y las desentierran en segundos.

Como se orientan básicamente por el olfato parece que van borrachos, sin rumbo. En cada momento cambian la dirección de sus movimientos. Justamente aquí se encuentra su punto vulnerable: Mientras otros cuadrúpedos ventean cualquier peligro con otros sentidos, el armadillo confía exclusivamente en su nariz. Pero un camión acercándose a 60 millas por hora, se huele demasiado tarde. Además, el armadillo suele reaccionar de la forma más inadecuada pensable: En un momento de pánico da un salto para salvarse… justamente a la altura de la parilla delantera del camión …