
En Kingman dejamos la 66 y nos desviamos hacia el norte. No nos podemos perder la capital del pecado. Las Vegas es como un tsunami que arrolla los cinco sentidos humanos. Todo son luces e espectáculos, una auténtica locura. Nos alojamos en medio del “Strip”, el Boulevard de los bares, restaurantes, casinos y tiendas; esta vez en el famoso Excalibur.
Los grandes hotel-casinos de Las Vegas son inmensos y labirínticos. Las plantas destinados a la diversión no tienen ni ventanas, ni relojes; el mundo exterior no existe. Cada uno llega a sus conclusiones propios, pero nadie queda indiferente de la experiencia de Las Vegas.
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